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Museo Nacional de Arte Oriental

Krishna en la pintura Rajput

Por Gustavo Canzobre, especialista en India y director del Colegio de Profesores de la Fundación Hastinapura

El Vishnudharmottara pertenece a la tradición de los Shilpashastras, textos que desarrollan los principios del arte clásico de India. En su tercera parte, que trata sobre los tipos, métodos e ideales de la pintura –tanto en su aspecto religioso como secular– aparece una pregunta que es central para comprender el sentido del arte hindú. Allí el sabio Markandeya es interrogado por el rey Vajra: 

Oh rishi, la suprema Divinidad ha sido descripta como carente
de forma, aroma y emoción, y desprovista de sonido y textura:
¿cómo entonces puede hacerse una forma a partir de ella?

El sabio responde:
Aunque Aquél carece de forma, Él se manifiesta en el universo entero
como vikriti, su manifestación, adquiriendo una forma.
Aunque la mejor forma de concebir al Alma Suprema es imaginarla sin forma,
la adoración y la meditación en el Ser Supremo sólo es posible
cuando Él está dotado de forma
.

De esta respuesta han nacido las grandes obras del arte de India. El universo es concebido como una gran teofanía y el artista (shilpin) un demiurgo que, imitando esta realidad, está llamado a crear formas que sirvan de revelación y manifestación del Supremo.

Este sentido de lo sagrado y esta misión del arte como soporte para el devoto impregnan todas las formas artísticas en India a lo largo de su historia. La pintura no escapa a ello: su origen mítico, asociado a funciones mágicas llevadas a cabo por los dioses para dar vida a figuras previamente dibujadas o pintadas lo reafirma. A través de sus obras el artista-sacerdote invoca las presencias celestiales, las fuerzas cósmicas y sus correlatos psicológicos, para servir así a que cada ser humano alcance el fin de la vida: La pintura es la mejor de las artes, ella conduce a kama, artha, dharma y moksha, y brinda un gran placer cuando es ubicada en una casa (Vishnudharmottara, 43, V, 38) (1).

Esta obra pertenece al estilo Rajput desarrollado en las regiones de Rajputana, Bundelkhand y la zona himaláyica del Punjab, noroeste de India, entre los siglos XVI y XIX. Aunque contemporánea de la pintura Mughal –de la que en algunos aspectos recibe influencias y a la que a su vez modifica– muestra un propósito completamente diferente. Es un arte folclórico, destinado a servir de ilustración de la literatura religiosa de la tradición vaisnava y se impregna de la lírica que ésta manifiesta en las grandes obras que relatan la vida de Krishna: el Srimad Bhagavatam; el Gita Govinda y el Rasikapriva de Keshavadasa. Está dirigida a todas las clases sociales, fiel reflejo del carácter que el dios Krishna tiene. Él es uno de los avatares más populares: descensos históricos en que la Divinidad Suprema interviene en el curso de la historia cuando la humanidad ha perdido el sentido del dharma, la justicia universal. 

El tema principal de la pintura Rajput es el rasa lila: los divinos pasatiempos del dios Krishna durante su época de juventud y todas las historias relacionadas con sus devotas, las llamadas gopis, símbolo de las almas enamoradas de Dios, y entre ellas, su amada, Radha.

El estilo Rajput encuentra su origen en la ilustración de murales en los palacios de los gobernantes, conservando la apariencia y la plenitud de los frescos. Posteriormente, y como reacción ante el creciente poder de los emperadores mughales que impulsan un arte pictórico propio, los maharajás Rajput promueven la pintura de miniaturas inspiradas en el creciente culto vaishnava que se desarrolla en el norte de India a partir del siglo XVI. Su tamaño suele ser de 15 x 20 o 20 x 30 centímetros. 

Los mismos artesanos muralistas pudieron rápidamente adaptar el estilo y sus motivos, incorporando la vida diaria, las escenas íntimas, las ceremonias religiosas y demás aconteceres de la vida propiamente hindú. Buscan así contrarrestar la influencia musulmana impulsada por los nuevos gobernantes. Y ciertamente lo hacen en un estilo que rápidamente capta la atención del pueblo. Heredero de los principios pictóricos de la época clásica Gupta, se mantiene como un arte en el que prima la expresión de conceptos, ideas y sentimientos, por sobre el naturalismo Mughal, típico ya de la época moderna en que aparece. 

La base es una delicada técnica de dibujo, presente en los contornos y columnas de la arquitectura, complementada con un sentido agudo de los colores brillantes, brindando así un aspecto característico a los panoramas románticos. Estos encarnan, en la tipología estética hindú, el rasa sringara: el sentimiento amoroso.

La estructura de esta obra es característica del estilo, compartimentada en cuadrados y franjas perfectamente delimitadas. A través de la técnica del escorzo para representar las perspectivas y el volumen, presenta escenas de la vida cotidiana, inmersas en la naturaleza. Peces, lotos, aves y palmeras en la franja inferior, junto al sol: el dios Surya que montado en su carro atraviesa el cielo. 

Radha, la devota, aparece a la derecha en el templo presente en el interior de cada hogar hindú,  junto a una imagen de Krishna, color negro, en su altar. También se los ve cara a cara, arriba a la izquierda, en la terraza de la casa, presentando uno de los temas Rajput favoritos: el encuentro de Radha y Krishna, el alma enamorada y el amado.

La pintura parece cumplir los cuatro objetivos que el Vishnudharmottara exige del artista para satisfacer las necesidades de todos: Los maestros aprecian el rekha: el delineado y la articulación de las formas; los conocedores, el despliegue de luces y sombras; las mujeres, la presencia de los ornamentos y joyas; el público general recurre a la riqueza de los colores.

Al decir del gran estudioso Ananda Coomaraswamy, estas obras revelan una línea clara y pura, tan deliberada, tan confiada en sí misma y al mismo tiempo tan austera, que no puede ser un logro súbito ni depender de una sola personalidad. Es el producto de toda una civilización.

Radha y Krishna
India
Pintura
Papel y pigmento
30 x 23 cm

Notas:
(1) Kama, artha, dharma y moksha: los cuatro fines clásicos de la vida, respectivamente: el placer en sus diversos campos; la prosperidad material; la ubicación individual y social en el orden cósmico, y finalmente la realización espiritual.