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Museo Nacional de Arte Oriental

Entrevista a Yasunori Kawamatsu

El artista japonés Yasunori Kawamatsu investigó una serie de piezas del MNAO a partir de un intercambio cultural con dos hermanas mellizas argentinas de ascendencia japonesa. El resultado es la exhibición Sparkling Iron en los talleres CheLA.

Por Gimena Bilbao | Traducción: Alejandro Molina

Yasunori Kawamatsu (Japón, 1984) exhibe, hasta el 11 de febrero de 2024, Sparkling Iron en los talleres CheLA (Iguazú 451, CABA) y aborda una de las temáticas esenciales de su obra: la identidad. 

En abril de 2019, Yasunori conoció a las mellizas A y M. Desde ese entonces entablaron un vínculo que resultó en el quinto y último episodio de su serie Narrativisual. Las mellizas A y M nacieron en suelo japonés, pero sus padres lo hicieron en Argentina. A diferencia de Argentina, en Japón la nacionalidad es herencia de los padres, no está circunscripta al territorio en el que nacemos. Por eso, durante dos años, las hermanas no tuvieron nacionalidad. Se sometieron a un sinfín de trámites burocráticos ya que en Japón alegaban que eran argentinas —la nacionalidad heredada de sus padres— y en Argentina, que eran japonesas por haber nacido en ese suelo.

En el año 2020, con el avance del COVID en el mundo, la comunicación entre las mellizas y Yasunori se disuelve por los obstáculos propios del confinamiento. Ese mismo año también se pierde contacto, por falta de suministro de energía, con dos sondas espaciales estadounidenses, las Voyager 1 y 2, los dispositivos artificiales gemelos más distantes de la Tierra. A partir de esta observación, Yasunori se propuso construir un sistema que pusiera en diálogo dos objetos y dos seres al parecer iguales pero distintos, que trascienden, en mayor o menor medida, fronteras de todo tipo.

De esta manera, los efectos de la pandemia desembocaron en una reflexión del artista sobre los objetos que nos rodean. A pesar de la distancia de los más de 18 mil kilómetros que separan la ciudad de Buenos Aires de la prefectura de Gunma en Japón, el artista y las hermanas se propusieron revisitar estos bienes comunes con el Museo Nacional de Arte Oriental (MNAO) como intermediario. Seleccionaron una serie de piezas de origen japonés y, tras la observación detenida de las mismas, enviaron un informe a Yasunori. Lo que el artista recibió, en sus propias palabras, fue un informe “corto y seco”, sin imágenes. Aunque el reporte era sucinto encontró un espacio de observación que no requería explicación: la textura de los objetos. 

Sparkling Iron en CheLA, Buenos Aires

En Sparkling Iron, la textura de los objetos del MNAO tiene una importancia vital ya que se vuelve un punto de contacto trascendente entre ustedes. ¿Cómo surge esta dimensión en la comunicación?

Le presenté la propuesta a las hermanas y ellas expresaron no solo su vínculo emotivo con las piezas sino también algunas descripciones. Sin embargo, yo no veía las piezas, tenía que imaginarlas. Me pareció que esto era algo parecido a lo que sucedía con el trabajo de las sondas Voyager. Me llegaba un informe de la misma forma que esos dispositivos salen a volar por el espacio y envían reportes sin imágenes. Los de A y M se detenían en la textura de los objetos, describían características relacionadas a su materialidad que abrían un nuevo punto de contacto entre nosotros para abordar las piezas.

Cuando llegaste a Buenos Aires y pudiste ver las piezas hiciste un estudio que incluyó un escaneo 3D. ¿Nos podrías contar un poco más de ese proceso y cómo has logrado vincularlo con un paisaje en Catamarca?

Lo que me pasó fue que el reporte no tenía demasiada información, entonces quise venir a investigar la materialidad de los objetos. El proceso incluyó el escaneo 3D de fragmentos de esas piezas y fotos con una lente especial que me permitía tomar detalles de lo más ínfimo del objeto. Las imágenes resultantes las compartí con A y M y les pregunté con qué paisaje de Argentina podrían relacionarlo. Me respondieron que podría ser un lugar con arena o sal, un lugar más bien seco. Entonces me puse a investigar y lo vinculé con los paisajes de la provincia de Catamarca. A y M nunca habían estado en Catamarca. Que fuera un lugar también desconocido para ellas fue adrede porque no quería generar una suerte de turismo en base a las imágenes sino profundizar la calidad de nuestra comunicación, intentar acceder a lo que sentían o lo que podrían explicar de un lugar en el que nunca habían estado. Así como las Voyager viajan hacia lo desconocido, quise encontrar el lugar que nos revelaban las texturas. 

Fotografía de la textura de un objeto de la colección del MNAO por Yasunori Kawamatsu

¿En qué punto crees que la textura de las piezas se convierte en una reflexión sobre la identidad?

En primer lugar, el problema que tuvieron las hermanas con la definición de su nacionalidad fue un disparador muy potente. Obtener su nacionalidad fue un proceso largo, de profunda introspección, de preguntarse “¿Qué soy? ¿Japonesa o argentina?” El japonés nace y la identidad está conformada por un montón de cosas que no buscamos sino que simplemente las heredamos: un nombre que me pone otro, las huellas digitales, un linaje. La nacionalidad se construye con elementos externos, puede estar esparcida en múltiples objetos, pero a la vez nos define, es nuestra identidad. La misma dispersión de elementos que construyen esa identidad me llevó a conectar esta historia con las sondas Voyager que pescan o capturan información y la devuelven a la Tierra. A y M me hablaban de una textura en un elemento que yo no veía, y en esa dispersión de datos, en esa posesión de elementos desperdigados, también se define la identidad.

La identidad es un tema medular en mi obra porque noto que los jóvenes, las generaciones futuras, a partir de ahora, van –o vamos– a tener un conflicto con la identidad. No solo por una cuestión legal o social, sino también  porque las migraciones desafían este tema. Considero que, al menos en Japón, es una problemática novedosa. Por eso hago énfasis en el cuerpo, en dónde está mi cuerpo, en qué espacio. Para dar un ejemplo de cómo la identidad y la nacionalidad son un punto de contacto en Japón, los padres de las hermanas A y M estaban muy preocupados por no poder darles una nacionalidad definida, sea cual fuera, argentina o japonesa, sin ningún tipo de animosidad, porque no tener una nacionalidad definida era para ellos como no tener una fecha de cumpleaños.

Por ejemplo, si yo me pongo un kimono soy japonés, si hablo el idioma soy japonés, si tengo cierta apariencia soy japonés. ¿Pero qué sucede con los migrantes? Esa seguridad se empieza a perder. La nacionalidad es algo muy sensible de perderse. Mi búsqueda responde a un mundo que suavice estos límites, esta visión de nacionalidad. Que esa certeza absoluta pueda disolverse para que aquellos que tuvieron que marcharse también puedan ser o sentirse japoneses. Las mellizas se acercaron al museo y encontramos en la textura la posibilidad de definir esa raíz, de abrir ese espacio. La exhibición construye ese nuevo mundo en el que cada uno sea lo que quiera ser.

Objeto correspondiente a la fotografía anterior por Yasunori Kawamatsu

¿Cuál crees que sería el papel de los museos y del arte en esta problemática de la identidad de las nuevas generaciones?

Mientras charlabamos recién lo pensaba. Considero que alrededor de museos como el MNAO hay una comunidad interesada en los valores culturales de Asia. Ya sea por herencia familiar o solo por interés particular. En la búsqueda por definir su identidad, las hermanas A y M hicieron su propio estudio sobre cultura e historia japonesa y se acercaron al MNAO. Es decir que la búsqueda de A y M me llevó a preguntarme qué es la identidad, qué significa ser japonés. Esta pregunta abre un lugar para lo incierto y es ahí donde podemos encontrar nuevos objetivos y nuevos enfoques. Cuando te acercás a un museo a investigar, en mi caso al MNAO, se pueden abrir nuevos horizontes y esto permite que se amplíen los objetivos y propósitos de nuestras búsquedas.

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Sparkling Iron, Narrativisual:V se puede visitar los días viernes, sábados y domingos de 15 a 21 h en CheLA, Iguazú 451, Parque Patricios, CABA. La exhibición está disponible hasta el 11 de febrero de 2024.