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Museo Nacional de Arte Oriental

LOS TR3S AMIGOS DEL INVIERNO: leyenda del cortador de bambú

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TAKETORI MONOGATARI. La leyenda del cortador de bambú

Hace ya mucho tiempo, existió en Japón un viejo cortador de bambú llamado Sanuki no Miyatsuko. Un día, encontró un bambú que resplandecía. Al acercarse vio en su interior una niña de casi un centímetro de alto que decidió cuidar como a una hija, junto con su esposa. Desde ese día, empezó a encontrar bambúes con oro dentro de cada sección y se fue haciendo rico poco a poco.

Cuando la niña se hizo mayor, el sacerdote del lugar la llamó Nayotake no Kaguyahime, la princesa resplandeciente del flexible bambú.

Todos los hombres del país al oír cuanto se decía sobre la princesa, quisieron conocerla y casarse con ella. Pero ella decía que no podría aceptar el matrimonio sin asegurarse de su verdadero amor. Y para esto les pidió peticiones muy difíciles de conseguir. Al primero le pidió que le trajera el Cuenco de Piedra de Buda, que está en India. Al segundo una rama de un árbol cuya raíz es de plata, su tronco de oro y sus frutos de perlas . Al tercero la piel del ratón de fuego que se encuentra en China. Al cuarto la joya que tiene el dragón en su cuello. Y al quinto las conchas que guardan las golondrinas. Ninguno fue exitoso.

La fama de la belleza de Kaguyahime llegó a oídos del Emperador, el cual llamó a una dama del Servicio de la Corte y le pidió que fuera a visitarla. Pero Kaguyahime se negó a recibirla. Al Emperador, entonces, se le ocurrió que podía ir de cacería a la zona cercana de su casa para poder verla. Cuando estuvo allí vio a una persona de suma belleza sentada con una aureola que llenaba de luz el lugar. Ella intentó huir diciéndole que no pertenecía a este mundo. Y se escribieron, correspondiéndose mutuamente en el sentir amoroso, durante tres años.

Desde el comienzo de la primavera del último año Kaguyahime miraba con melancolía la luna de cada noche. Un día se puso a llorar desesperadamente y confesó a sus padres que ella no pertenecía a este mundo, si no que era de la capital de la luna. Y que el momento de regresar había llegado. Los de su país irían a buscarla y aunque le causara pena y le diera tristeza, debería irse con ellos. Sus padres lloraron desconsoladamente.

Un día cercano descendieron del cielo unos hombres en una nube. Uno de ellos, que parecía el rey, anunció que Kaguyahime había venido a la tierra a cumplir una condena y que ya estaba terminada. Los habitantes del cielo llevaban dos cofres para la princesa: uno guardaba el elixir de la inmortalidad, del que bebió una pequeña cantidad y el otro contenía un vestido celeste de plumas. Usarlo haría que inmediatamente perdiera sus sentimientos. Antes de hacerlo, escribió una carta al Emperador, y pidió que se la llevaran junto con el elixir que había quedado. Se puso el vestido de plumas y perdió la preocupación por los asuntos mundanos. Kaguyahime montó en el vehículo volador y ascendió al cielo acompañada de unas cien criaturas celestiales.

El Emperador abrió la carta y al leerla le encomendó a un servidor que la llevara, junto con el elixir, a la montaña que estuviera más cerca del cielo, y que una vez en la cima los quemaran. El servidor junto con un gran número de guerreros subió hasta allí, al monte Fuji, el monte de muchos guerreros. El humo ascendió entonces y cuentan que todavía sigue llegando a las nubes.

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